¿Es la idea "obvia"?


Para ser considerada una invención, una idea debe suponer una actividad inventiva. La actividad inventiva debe ser no-obvia, esto es, que no se le ocurriría fácilmente a un experto en la tecnología correspondiente.

La palabra “obvio” viene del término latino “en la vía” (ob via), y en el sentido de las invenciones significa algo que sería el paso lógico siguiente en el camino desde el problema a la solución.

Decidir lo que es o no obvio puede resultar muy difícil. Muchas invenciones implican la combinación de equipos (por ejemplo, añadir una pequeña linterna a un llavero). El resultado de estas combinaciones puede ser un producto nuevo, pero sus propiedades de funcionalidad pueden ser perfectamente previsibles en cuanto uno conoce sus componentes.En este sentido, se consideraría obvio.

Un producto en el que un componente se ha sustituido por uno distinto de propiedades equivalentes podría considerarse obvio (por ejemplo, un pequeño muelle metálico que se sustituye por un cono de goma).

En otras situaciones, puede haber un problema nuevo que se solucione con un equipo ya conocido: el proceso “novedoso” para solucionar este problema puede considerarse obvio si sólo existe una solución al problema, y la debe conocer un técnico que se enfrente al problema (el llamado "especialista en la materia").

Por otro lado, cuando se combinan componentes para llegar a un producto o proceso con unas propiedades que superan la suma de sus partes, o mejor de lo esperado, puede constituir una invención no obvia. O una invención puede aparecer donde existen varias soluciones posibles a un problema, pero el inventor ha tenido que investigar y seleccionar la mejor. O un inventor puede desafiar algún prejuicio técnico y solucionar un problema haciendo algo que con anterioridad todos los expertos consideraban que no funcionaría.

¿En qué se equivocan los inventores?

Cuando se trata de buscar el estado de la técnica, muchos inventores se limitan a arañar la superficie. De lejos el error más comúnmente cometido es asumir que su idea es novedosa, cuando una simple búsqueda de patentes les dirá que no lo es. Entonces empeoran las cosas gastando sumas a veces grandes de dinero en una idea que es muy difícil que tenga éxito comercial.

Por ejemplo, el inventor de una taza de váter sin olor visitó muchas empresas con un inodoro completo en perfecto funcionamiento, llevando a cabo 1600 demostraciones. Pero nunca llevó a cabo una búsqueda de patentes. Al final encontró una empresa que mostró interés suficiente para realizar su propia búsqueda de patentes. No tardaron en encontrar tanto estado anterior de la técnica que resultó obvio que no era posible proteger la idea. Y el inventor tiró su inodoro.